La casa de modas redefine el vestuario para la temporada estival con un mensaje sobre el calentamiento global, y la irreverencia que permea en las redes sociales.

Miuccia invoca el arte y las tendencias a modo de vestuario, y así redacta una silueta que delata la inestabilidad mundial de nuestros tiempos con todo lo insólito, hermoso, ridículo, e impredecible que ello implica.
Un desfile de Prada a veces se siente como un crucigrama, especialmente diabólico que está diseñado para no resolverse nunca.
Para llegar a algo que se aproxime a una respuesta adecuada, se debe navegar por todo un tramo de pistas, direcciones erróneas y sentidos visuales.
¡Pero de eso se trata el juego! La incognoscibilidad de Prada es uno de los elementos que tanto atrae a sus devotos.
Como Timothy Leary dijo una vez: ‘El universo es una prueba de inteligencia’.
En el universo de Miuccia Prada, la prueba es encontrar la inteligencia, la información, que lo lleve a una explicación vagamente aceptable en la moda.
Digamos que la modista no mira a ninguna parte en especifico para alimentar su moda, esta es inventada, y surge de su entorno, su arte, de todo lo ha sido parte de su formación, y su equipo de trabajo…
En la moda de caballero saltaron a la vistas los gorros de invierno, para verano y para ellas las diademas de razo, algunas con logos, piedras y otras, bordadas.
Camisas bordadas, mini vestidos todo con algo del rock and roll de los 60. Gafas con un aire de Austin Powers, y ciencia ficción.
Poner la moda en pie de igualdad con una representación artística es una prerrogativa que siempre define a Prada.
Esto siempre crea algo de expectación y pone a la gente en el borde de sus asientos, tratando de percibir correctamente lo que este oráculo de la moda tendrá que decir sobre el estado del mundo.
Esta vez, su dirección parecía dirigida directamente a la juventud.
Habían pantalones cortos de ciclismo, y túnicas de una línea de satén y vestidos de muñecas; zambullidas con correas debajo de los senos; escarpados negros hasta las rodillas implantados con los logotipos triangulares de Prada; y sus iteraciones de los años 60 de los 70.
‘Quería romper las reglas del clásico’, dijo. “Para hablar de un deseo de libertad y de la liberación y la fantasía, y, por otro lado, el conservadurismo extremo es como una dualidad prevaleciente.”
¡El verano con una moda diferente, algo desajustada y divertida le pertenece a PRADA!