El desfile Armani Prive realizado durante la semana de la alta costura en París deja evidenciado la extraordinaria capacidad del diseñador de adaptar su emblemática silueta y estilo a los tiempos, ofreciendo un estilo permanente, capaz de alterarse de diferentes maneras. Solo había transcurrido una década desde la existencia de Giorgio Armani cuando se eliminaron las limitaciones sobre cómo las mujeres podían (y debían) vestirse. Los grandes cortesanos de su época sofocaron las restricciones de vestimenta impuestas a las mujeres a través de siluetas rígidas y austeras. A su vez, marca el comienzo de una era de liberación.

Uno sólo puede imaginar los cambios que Armani ha visto (y en los que también ha participado) a lo largo de sus 89 años. Sin embargo, quizás ninguna sea más influyente que la revolución de la moda que presenció mientras crecía en la ciudad de Piacenza, en el norte de Italia.

Con Armani al borde de dos hitos importantes: su próximo cumpleaños número 90 en julio y el vigésimo aniversario de su línea de Alta Costura, Armani Privé, en 2025, uno no lo culparía por usar la plataforma que su vasto imperio le ha permitido. ofrecer una retrospectiva sobre la evolución radical del pasado y la precariedad del ahora. Sin embargo, ese no es el modus operandi de Armani. ¿Quién tiene tiempo para reflexionar cuando está ocupado avanzando?

Pero entre las legiones de colecciones que desarrolla cada año calendario, el venerado veterano ha encontrado un momento de respiro. No de pausa, sino de juego. Este último fue el eje de la temporada primavera/verano 2024. Armani exploró la noción de alegría: el papel que la frivolidad, la juventud y el humor tienen en la artesanía y cómo se puede realizar la alta costura como forma de arte.

El trabajo de bordados, pedrería y la selección de tejidos cortados en piezas fluidas y otras con un aire sastre exótico, como emulando al lejano oriente, hacen de esta propuesta una de mis preferidas en toda la carrera de este importante exponente de la alta moda.