La historia de la moda incluye atavíos para enfrentar  la enfermedad. Y de la enfermedad, en este caso de una epidemia o plaga surgen piezas protectoras que por un tiempo determinado se hacen tendencia.

Los sobrevivientes italianos de la Peste Negra, se volvieron ricos gracias a la herencia de parientes que no tuvieron tanta suerte. Estos impulsaron tendencias de la ropa medieval a que fuera más elaborada en estilo, y diseño.

En el siglo XIX, surgió  la «moda consuntiva»  la ropa de mujer enfatizaba las cinturas de enfermos de tuberculosis; más tarde, cuando la tuberculosis cayó en desgracia, la enfermedad eliminó la tendencia de las largas faldas victorianas, por temor a que las colas de los vestidos trajesen los gérmenes en sus pliegues. A finales del siglo XVIII y principios del XIX, hubo un ‘momento’ tuberculoso en el que las percepciones de la enfermedad de consumo se vincularon de manera inextricable con los conceptos contemporáneos de belleza, que se desarrollaron en la ropa de la época.

¡Con los estragos de la enfermedad que se consideraba un objeto que impartía cierta  belleza, o aire de novela romántica a la víctima, se convirtió en una tendencia común considerar la tuberculosis como una afección positiva, que debe emularse tanto en las prácticas de belleza como en la vestimenta!!!

Cabe destacar que de cierto modo la moda ayudó a las estrategias de aislamiento a lo largo de la historia, especialmente en el caso de la moda femenina.

La ropa se ha utilizado durante mucho tiempo para el distanciamiento social,

A medida que el mundo se enfrenta al brote de coronavirus, el «distanciamiento social» se ha convertido en una frase omnipresente en estos tiempos extraños.

La moda podría no ser lo primero que se nos viene a la mente cuando pensamos en estrategias de aislamiento. Pero como un investigador e historiador autodidacta que escribe sobre los significados políticos y culturales de la ropa, sé que la moda puede jugar un papel importante en el proyecto de distanciamiento social, ya sea que el espacio creado esté ayudando a resolver una crisis de salud, o alejar a los pretendientes molestos.

La ropa ha servido durante mucho tiempo como una forma útil de mitigar el contacto cercano y la exposición innecesaria. En esta crisis actual, las máscaras faciales se han convertido en un accesorio de moda que indica «mantenerse alejado».

La moda también resultó útil durante epidemias pasadas, como la peste bubónica, cuando los médicos usaban máscaras puntiagudas, parecidas a pájaros, como una forma de mantenerse alejados de los pacientes enfermos. Algunos leprosos se vieron obligados a usar un corazón en su ropa y ponerse campanas o badajos para advertir a otros de su presencia.

En el pasado, mantener la distancia, especialmente entre géneros, clases y razas, era un aspecto importante de las reuniones sociales y la vida pública. El distanciamiento social no tenía nada que ver con el aislamiento o la salud; se trataba de etiqueta y clase. Y la moda fue la herramienta perfecta.

Tome la crinolina de la época victoriana. Esta falda grande y voluminosa, que se puso de moda a mediados del siglo XIX, se utilizó entre otras cosas, para crear una barrera entre los géneros en los entornos sociales.

A pesar de las críticas de los reformadores de la vestimenta, quienes lo vieron como otra herramienta para oprimir la movilidad y la libertad de las mujeres, la gran falda con aro era una forma sofisticada de mantener la seguridad social de las mujeres. La crinolina asistía en mantener a un posible pretendiente, o peor aún, un extraño, una distancia segura del cuerpo y el escote de una mujer.

Cuando la crisis del SIDA golpeó, los diseñadores masculinos sufrieron el impacto de la homofobia, resultante, y «el temor de que nadie quisiera comprar una blusa o ropa interior porque provino de un diseñador que, en la mente de los estadounidenses, probablemente cosió cada uno de esas prendas con su propia mano enferma «. Es difícil de comprender eso hoy, pero en aquel momento donde no se sabia mucho de la enfermedad y por ser una enfermedad que atacó a la población gay, esa situación se vivió en muchas ocasiones.

Recientemente, el diseñador de moda Giorgio Armani anunció que su show de la Semana de la Moda de Milán se transmitirá en vivo, en lugar de presentarse ante una audiencia, para «salvaguardar el bienestar de todos sus invitados al no hacer que asistan a espacios concurridos «.

No fue una reacción exagerada; Italia está en medio de un brote de coronavirus, que cerró escuelas y puso en cuarentena a varias ciudades. Armani mismo fue fotografiado vistiendo una máscara para asistir a su espectáculo, aunque basado en imágenes, usaba una máscara quirúrgica simple que no habría hecho nada para proteger contra el virus, si realmente estuviera expuesto a él. Aún así, la proliferación de máscaras en los márgenes de la pista, a menudo del tipo equivocado para incluso prevenir la contracción, es evidencia de que la «pandemic chic» del siglo XXI todavía tiene más que ver con la apariencia que con el sentido practico real.

Las «máscaras contra la gripe», como se las llama comúnmente, se hicieron ampliamente populares por primera vez durante la gripe española de 1918, especialmente en Japón, donde la cultura nunca se desvaneció realmente.

Pero los expertos en salud han advertido que usar una máscara probablemente lo proteja poco del virus (aunque es útil usarlo si ya lo tiene). Las máscaras quirúrgicas «no son lo suficientemente apretadas para evitar que lo que ya está en el aire ingrese», y las máscaras N95 más especializadas, que potencialmente podrían ofrecer protección, a menudo están mal ajustadas o son usadas incorrectamente por clientes ansiosos, informa The Washington Post.

 

 

Y ya los payasos del circo de Influencers, han adoptado la pandemia como suya creando estampas del Corona Virus a través de Instagram. Algo por lo que todos y cada uno serán recordados…